El manejo inicial de las heridas es una habilidad esencial en cualquier entorno clínico y prehospitalario. Las heridas son lesiones en la piel que pueden ir desde cortes simples hasta amputaciones parciales o totales, y su tratamiento varía según el tipo de herida y su gravedad. En esta nota, revisaremos los conceptos fundamentales para el manejo adecuado de las heridas y el control de hemorragias, haciendo énfasis en técnicas clave para brindar una atención eficiente.
Tipos de heridas
Las heridas se clasifican según su mecanismo de lesión y su impacto en los tejidos. Los cuatro tipos principales de heridas incluyen:
- Punzantes: Producidas por objetos afilados y largos como clavos o picahielos.
- Cortantes: Generadas por objetos filosos como cuchillos o navajas.
- Contusas: Causadas por golpes con objetos contundentes, como un martillo o un palo.
- Lacerantes: Resultantes de caídas o fricciones, típicas en accidentes como raspaduras de bicicleta.
Otra categoría relevante es la de amputaciones. En las amputaciones parciales, los dedos o extremidades aún permanecen parcialmente conectados por la piel, mientras que en las amputaciones totales, la separación es completa.
Limpieza de las heridas: asepsia y antisepsia
La limpieza adecuada de una herida es crucial para prevenir infecciones. Este proceso implica dos pasos: asepsia y antisepsia. El primero se refiere a la limpieza mecánica, que se realiza utilizando gasas estériles y jabón quirúrgico o neutro, aplicando movimientos de adentro hacia afuera y de arriba hacia abajo. El segundo paso, la antisepsia, consiste en la aplicación de sustancias antisépticas como el isodine o el microdacyn.
Es importante evitar el uso de algodón, ya que este material deja partículas que pueden complicar la cicatrización. Asimismo, los guantes y otros equipos de protección personal son esenciales para evitar la contaminación cruzada entre el paciente y el personal que lo atiende.
Control de hemorragias
La hemorragia es una de las complicaciones más críticas en el manejo de heridas, y puede amenazar la vida si no se controla a tiempo. Existen tres tipos principales de hemorragias, dependiendo del vaso sanguíneo afectado:
- Arterial: La sangre sale a pulsaciones y es de color rojo brillante.
- Venosa: La sangre fluye de manera continua y es de un color rojo oscuro.
- Capilar: La pérdida de sangre es mínima y generalmente no requiere intervención compleja.
Para controlar las hemorragias, se deben seguir los siguientes cinco pasos fundamentales:
- Presión directa: Se aplica un paño limpio o gasas directamente sobre la herida.
- Presión indirecta: Se presiona el punto más cercano por encima de la herida para detener el flujo sanguíneo.
- Elevación de la extremidad: Se eleva la extremidad afectada para disminuir la presión sanguínea.
- Crioterapia: Se coloca frío en el área afectada, utilizando un “Cool Pack” o hielo envuelto en un paño.
- Torniquete: Esta es la última opción y solo debe emplearse con torniquetes certificados, colocados por encima de la lesión.
Cada uno de estos pasos es progresivo y depende de la severidad de la hemorragia. El torniquete, por ejemplo, se utiliza únicamente en situaciones donde las otras medidas no logran contener la pérdida de sangre, y debe ser aplicado por personal capacitado.
Conclusión
El manejo inicial de las heridas y el control de hemorragias son habilidades básicas que pueden marcar la diferencia entre la vida y la muerte en situaciones de emergencia. Seguir un protocolo claro y contar con los insumos adecuados, como gasas estériles, jabón quirúrgico y antisépticos, es clave para brindar una atención efectiva. Además, la formación continua en técnicas como el uso adecuado de torniquetes puede asegurar una intervención rápida y segura.
Referencias:
- Rodríguez, M. “Control de hemorragias: Guía práctica para profesionales de la salud.” Medicina Prehospitalaria Hoy, 2021.
- López, J. “Asepsia y antisepsia: Procedimientos fundamentales en la atención de heridas.” Revista de Cirugía y Traumatología, 2019.
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